jueves, 26 de abril de 2012

Publicidad, arte y propaganda: obsolescencia programada y dolores de cabeza.



"Bajo el Capital" por Jon Juanma (2004).
"Bajo el capital", óleo sobre lienzo (2004). Jon Juanma.

Jon Juanma *

Lo mucho se vuelve poco con desear un poco más
Francisco de Quevedo y Villegas (1580/1645).

Usualmente la publicidad se nos presenta como un formato o conjunto de estrategias que las empresas emplean para dar a conocer sus productos entre un público potencialmente interesado (target en inglés). Una función aparentemente diáfana: conectar las necesidades de los usuarios con las soluciones ofertadas por las empresas. En un principio, con el advenimiento del consumo de masas fruto de las necesidades de la sociedad industrial incipiente en el siglo XIX, la publicidad realmente cumplió ese papel de Celestina entre empresas y usuarios. Pero llegado el principio del siglo XX y especialmente después de la II Guerra Mundial, cuando los mercados mundiales se hallaban crecientemente saturados y todos habían comprado lo necesario, los empresarios se toparon con un grave problema: aquellos clientes que habían adquirido su lavadora o su frigorífico, no comprarían los siguientes hasta después de veinticinco años (que era lo que solían durar por aquellos días). Así las cosas, ¿a quiénes iban a vender sus productos todos los años para mantener o mejorar las cuentas de resultados? Los empresarios se percataron que, bajo condiciones de producción capitalistas1, debían crear nuevas necesidades entre los compradores para que las ventas (y sus ganancias) continuasen. De lo contrario, sus ingresos comenzarían un declive letal que les obligaría a cerrar sus empresas y echar a los trabajadores a la calle. Es así como nació la obsolescencia programada de mercancías y el paso de usuarios a consumidores.

La obsolescencia (cualidad de aquello que cae en desuso) programada se produce en la actualidad con más intensidad que nunca antes, de dos modos diferentes. El primero consiste en reducir artificialmente la vida útil del producto para que el usuario se halle en la obligación de volver a comprar otro en poco tiempo, normalmente poco después de vencer la garantía del fabricante (frigoríficos, lavadoras, cámaras, teléfonos móviles, piezas de automóviles, etc) y se desarrolla desde los departamentos de I+D de las grandes compañías. Estas divisiones empresariales trabajan para que las piezas y materiales tengan una duración muy inferior a la que podrían aspirar por el desarrollo tecnológico actual. El segundo modo consiste en crear y fomentar modas que continuamente renueven las apariencias de las mercancías para obligar a los usuarios de un cierto poder adquisitivo a mantener actualizado su estatus social. Esto es: nadie que quiera ser considerado cool puede llevar unas gafas de sol durante una década a no ser que pretenda que se rían de él cuando llegue a la playa; pero si espera dos décadas, será muy posible que la moda retro le permita ponerse las Ray-Ban de su padre. Este último tipo de obsolescencia inducida por las modas, todavía funciona razonablemente bien para los intereses empresariales en productos como automóviles, televisores, ropa, software informático, etc., los cuales mantienen ritmos de renovación formal extremos (como en el caso de los forzados requerimientos del sistema en Windows, los videojuegos punteros y las tarjetas gráficas). Otro ejemplo paradigmático lo tenemos en el caso de las equipaciones oficiales de los clubes de fútbol. Cada temporada modifican sus diseños para mantener constantes las cuotas de ingresos de multinacionales del textil como Nike, Adidas o Reebok, induciendo a sus fans la necesidad de “mantenerse al día” con su querido equipo, pagando por su devoción futbolera cantidades muy superiores a las pagadas por prendas semejantes.

Pero la publicidad tiene otros efectos más sutiles y profundos sobre las poblaciones, de índole ideológica. Como parte de nuestra iconosfera con la que convivimos a diario nos afecta profundamente en nuestra aprehensión del mundo2. Al igual que todo producto humano, la publicidad, no solo es una objetivación de nuestra actividad creadora en tanto especie, también nos conforma e incide en nuestro desarrollo ulterior. O para decirlo de un modo más sencillo: un pastelero objetiviza sus habilidades y conocimientos culinarios (su oficio) en la realización de pasteles; pero si se comiera uno de ellos todos los días, mañana y tarde, seguro tendría repercusiones para su propio organismo en lo referente a colesterol, azúcar y grasas. Entonces, ¿qué nos ocurre cuando a través de nuestros sentidos “ingerimos” enormes cantidades de publicidad diaria? Depende del individuo, a unos les afecta más y a otros menos (como los pasteles), depende de nuestra genética, educación, consciencia e ideología, pero absolutamente ninguno de nosotros podemos escapar por completo de su influencia. Para empezar, la representación que muestra la publicidad de nuestra sociedad, por mucho que les pese a ciertos profesionales del sector, es absolutamente falsa, totalmente mistificada y direccionada a cumplir su razón de ser: vender la mercancía anunciada (producto, marca, etc). Sea un desodorante o un ejemplar de “Harry Potter”, una caja de condones o unos misiles de largo alcance3, la razón de ser de la publicidad radica en la seducción y el convencimiento del receptor para la venta de la mercancía: el aglutinante necesario para la generación de plusvalor y la rotación del capital en las sociedades nominalmente “democráticas”4. Y todo lo demás que muestre, desde un indígena anunciando el turismo venezolano en las cadenas de los países enriquecidos hasta el paradisiaco paisaje de una isla caribeña, se reduce a la primacía del objetivo pecuniario. Toda ética y cualquier valor cultural, todo el mensaje con la forma que lo media se orientan decididos para la seducción del comprador potencial (sea un niño que comienza a leer o un adolescente con altas dosis de testosterona, un recalcitrantes opusdeista o un Estado o grupo terrorista5). Sin importar las decorativas agencias de responsabilidad publicitaria que tienen la firme responsabilidad de no tenerla, todo es válido para conseguir la seducción reproductora de capital. Desde mostrar un bebé con el culo al aire jugando con un perro (¿dónde están los derechos de los niños?) hasta insignes fallecidos como Bruce Lee o John Lennon (¿dónde están los derechos de los muertos?), a los que les roban discursos que, convenientemente descontextualizados, sirven para reforzar la imagen (o el culto) de marca6 .

Así que a diferencia del Rey Midas, al que por regalo de Dionisio le fue asignado el poder de transformar en oro todo lo que tocara; a la Reina Publicidad, el dios Capital le dio el poder de transformar en mercancía todo lo que mostrara. La totalidad de lo representado/mostrado en los anuncios queda subsumido a su lógica: los esculturales cuerpos de los modelos, las curvas de las bailarinas, el abrazo de un padre a su hijo y por encima de todo: la promesa constante de (ob)tener una vida un poco menos infeliz una vez pagado el precio. Pero al realizar semejante ejercicio de hipocresía, la publicidad parte de la premisa del reconocimiento tácito de nuestra infelicidad. Solo puede prometernos felicidad en base a su carencia. Para ello debe mostrarnos un mundo que no existe, un decorado con el que soñar un capitalismo imposible al que supuestamente estaremos más cerca de acceder tras la compra: donde todos viviremos en espaciosos áticos de clase media o alta, conduciremos deportivos, ligaremos con mujeres de belleza escultórica por beber determinada marca de licores y disfrutaremos de un apurado en el afeitado solo comparable a la definición de nuestros abdominales. Sin esfuerzo y al instante. Una sociedad paralela donde las mujeres que no tienen un gramo de grasa no dejan de comer enormes helados de chocolate, donde los transportistas conducen furgonetas brillantes con una sonrisa permanente sin importarles la extensión de la jornada laboral y donde después de beber una botella de Martini, en lugar de acabar con un insoportable dolor de cabeza, arribaremos entre un mar de seductoras piernas a una orgía siciliana. Sin explotación ni asesinatos: todo al revés, perfectamente invertido y convenientemente embellecido, mistificado.

En esta ópera contemporánea de la seducción mercantil, la publicidad nos mostrará mil caras fingiendo una individualización constante7, pero solo nos reclamará una: la de consumidores. Todo valor de uso representado será subsumido en la lógica de la seducción del capital-publicidad y cualquier gesto servirá para que el posible consumidor termine por llegar serlo. Solo que una vez comprado el producto, nuestra vida seguirá igual de gris que antes, y de nuevo vendrán a nuestro encuentro más anuncios para prometernos un trocito de cielo con el que colorear nuestro vacío existencial. Simplemente a cambio de lo que podamos entregarle de la mercancía que funciona como equivalente general de todas las demás: el dinero. La promesa capitalista del coito sin fin seguirá acosándonos en las vistas de las entradas a las ciudades, en los cookies de las páginas web o en los clips de YouTube. La eterna masturbación del consumidor, el porno publicitario de sus sueños suspendidos en la pesadilla de su inhabitable mundo real, continuará de la mano de la publicidad hasta que no finiquitemos el sistema económico que le da sustento. O hasta que nos dejen sin dinero para el consumo. Justo lo que está sucediendo actualmente en España y otras zonas de Europa a falta de que las clases populares sean capaces de conquistar la revolución o al menos, acumular la suficiente fuerza para detener los ataques de las clases dominantes. El sistema mundial está mudando sus centros. La riqueza se acumula en otras regiones como Asia (con China e India a la cabeza), mientras las tradicionalmente centrales (como Europa) pierden grados en la jerarquía capitalista internacional, fruto de años de deslocalizaciones industriales en busca de mano de obra barata. Todo ello está produciendo reestructuraciones en la estratificación interna de las poblaciones de los Estados. Las clases dirigentes autóctonas, por ejemplo las españolas, al no poder robar tanto a los trabajadores de otros países como antaño mediante el imperialismo económico de sus empresas, necesitan explotar más a “sus” nacionales (reforma laboral, destrucción de servicios públicos, criminalización de la disidencia, etc). Y así, mientras el poder de consumo de los asalariados autóctonos (con o sin papeles) tiende a extinguirse, la publicidad sufre una evolución promocionando mercancías cada vez más orientadas hacia un público perteneciente a las clases altas8.

En resumen, la publicidad comercial es parte fundamental de la superestructura9 capitalista y como tal, la propaganda sistémica más sutil y seductora de todas cuantas ha generado el homo sapiens desde que en el Neolítico comenzara su doloroso trayecto por las sociedades de clases. Y es la más seductora porque mucho de lo considerado bello o atractivo por el hombre, queda subsumido por su lógica expoliadora. Si en un futuro consiguiéramos conquistar una sociedad realmente democrática sin explotación de clase, con igualdad de oportunidades para todos, debiéramos replantearnos los efectos alienantes que la publicidad comercial dejó en el imaginario colectivo. Recordando que, aunque siempre existirá cierto tipo de publicidad en nuestras sociedades, deberemos exigirle que, una vez liberada de sus compromisos capitalistas, su papel se centre en su función informativa. De este modo, quedarán lejos de sus dominios los espacios más fértiles para el desarrollo de las artes y las necesidades estéticas humanas. Necesidades espirituales que nos seguirán acompañando en nuestras relaciones sociales mientras que el homo sapiens habite este mundo: de formas tan diferentes que a penas hoy podemos si quiera imaginar. Y con un poco de suerte, si todo va bien, esto es, si alcanzamos el socialismo democrático: la dimensión estética que el capitalismo potenció para sus fines no hará sino aumentar con diferente y más constructiva lógica. Por vez primera en nuestra historia, esta dimensión quedará desembarazada de la búsqueda necesaria del enmascaramiento y la alienación de las mayorías para lucir repleta de una ética fruto del gobierno democrático de la colectividad, en convivencia con el libre desarrollo de las siempre diferentes y enriquecedoras individualidades que nos caracterizan10.

Notas:

1. La necesidad del crecimiento sostenido e infinito es un rasgo específico del sistema de producción capitalista, que va contra la lógica de la naturaleza y la sociedad. Pues, por una parte, genera ingentes cantidades de basura que la Tierra no puede reciclar, ni con la ayuda técnica del hombre, actualmente, tampoco .Y por otra, va contra la lógica de la cohesión social pues tiende a polarizar mundialmente la riqueza disfrutada por los individuos, entre unos pocos grandes capitalistas que privatizan las riquezas de las mayorías y unas mayorías crecientes de asalariados cada vez más empobrecidos.

2. En la calle, vallas publicitarias; en el trabajo, televisores encendidas o marcas en las prendas; en casa, desde la radio, la TV o Internet.

3. La publicidad no es solamente aquella dirigida al gran público, en radio, TV o Internet. También hay una publicidad muy costosa, y por ende poco conocida, dirigida a un público de alto poder adquisitivo, como gobiernos o empresas multinacionales. Y aquí también se cumplen varios de los parámetros señalados en nuestro artículo, aunque con una tendencia a ensalzar el valor de uso por encima de mistificaciones de carácter metafísico relacionadas a la fidelización de la imagen de marca.

4. El plusvalor es la parte de riqueza producida por los trabajadores asalariados (fuerza de trabajo) no retribuida por el empresario que suele ir en dos direcciones: al consumo personal de este y a la inversión ampliada en sus propios negocios.

5. Y no hay mejor forma de garantizar la venta de armamentos que anunciando al ejército que más compra en el mundo, para que no falte la mano de obra que cargue las mercancías, ni los terroristas (futuros clientes) que surgirán de sus guerras imperialistas: http://www.youtube.com/watch?v=cq-ZVIZJaI8 (2012/04/23).


7. En Londres ya se están probando las marquesinas de publicidad biométrica, donde mediante una cámara el cartel reconoce si el espectador es hombre o mujer, junto con otros rasgos leyendo el iris del ojo, mientras la publicidad se adopta a sus supuestas preferencias en tanto inscrito en grupos de target. Ver: http://videos.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/hardware/adios-a-la-publicidad-convencional_7EqCzFRZmSJj0MkkMx6uo7/ (2012/04/23).

8. Este es el caso de Loewe con su anunció dirigido a los niños “muy pijos” de las clases dirigentes: http://www.youtube.com/watch?v=UUWFWJ9fRoo&feature=youtu.be (2012/04/23).

9. En la gramática marxista, la “superestructura” es todo aquello que, en última instancia, está conectado dialécticamente y determinado por la base material de la sociedad (las relaciones de producción). En la superestructura entraría todas las producciones culturales de los hombres como la judicatura, las artes, los diferentes sistemas ideológicos, etc.

10. Seguramente acumulativamente creciente a medida que el hombre consiga librarse del trabajo como medio de subsistencia y pueda dedicarse más a la expresión de sus libres potencialidades creativas.

Para saber más, breve bibliografía y filmografía combinadas:

BERGER, John (2007), Modos de ver. Barcelona: Gustavo Gil [1972].
DANNORITZER, Cosima (2010) Comprar, tirar, comprar. España/Francia. Ver: http://www.rtve.es/television/documentales/comprar-tirar-comprar/ (2012/04/23).
DEBORD, Guy (1995), La sociedad del espectáculo. Santiago de Chile: Naufragio [1967].
HARVEY, David (2007), Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal [2005].
ILLESCAS MARTÍNEZ, Jon E. (Jon Juanma) (2009): Estetificación y falsificación de la vida en el sistema publicitario. Rebelión, 2 de agosto de 2009 : http://www.rebelion.org/docs/89506.pdf (2012/04/22).
KLEIN, Naomi (2001), No logo. Barcelona: Paidós [1999].
MANDEL, Ernst (1986), Las ondas largas del desarollo capitalista. La explicación marxista. Madrid: Siglo XXI [1980].
MARTEL, Frédéric (2011), Cultura mainstream: Cómo nacen los fenómenos de masas. Madrid: Taurus [2010].
MARX, Karl (2007), El capital. Madrid: Akal [1867].
WALLERSTEIN, Immanuel (2005), La crisis estructural del capitalismo. México D.F.: Contrahistorias.

El presente artículo fue realizado y finalizado el 23 de abril de 2012 para Vía 52. Sin embargo, tiene derechos Creative Commons pudiendo ser reproducido libremente en cualquier lugar siempre que se conserve la totalidad del texto, la estructura, se cite la autoría y no exista ánimo de lucro.

martes, 17 de abril de 2012

YPF no es nuestra, pero tanta bandera envenena el aire.


 Jon Juanma *



Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.Marx, Karl y Engels, Friedrich (Manifiesto Comunista, 1848).


Me importa una mierda YPF, España y Argentina. En mi DNI dice que soy ciudadano español y en mi pasaporte: europeo. Tanto me da, como si afirmaran que soy marciano o habitante de la Tierra Media. Sí me importan, en cambio, los españoles y los argentinos. Y me jode que se les quiera enfrentar por intereses extraños. Me importan los que trabajan. Me preocupan mucho aquellxs que con el sudor de su frente y/o sus manos luchan para ganarse la vida. Aquellos que crean toda riqueza no heredada de la Naturaleza. Me importan mucho todos ellos, sin preocuparme si en los papeles de turno afirman que "son" españoles, argentinos, brasileños, alemanes, nepaleses, chinos o mongoles. Mi corazón late con aquellos que deben esforzarse cada minuto de sus días para sobrevivir posibilitando que sus seres queridos amanezcan otro alba más, donde quizás y solo quizás, puedan respirar con el maravilloso cosquilleo de la esperanza. Aquellos que todavía sueñan que puede/debe existir un futuro mejor, aquellos que no pierden la fe en nuestra raza humana, para que algún día dejemos de ser monos con zapatos. Aquellos sí me importan, y mucho.


Me considero comunista, socialista y demócrata (radical). El orden es indiferente. Digo "radical" por la perversión que tiene la palabra "demócrata" cuando la emplean/prostituyen los dictadores de las finanzas y las deudas externas. Aquellos que no dejan de ser basura disfrazados con trajes y corbata, los que calcinan a los pueblos desde la tranquilidad de sus jacuzzies y sus hoteles de cinco estrellas. Ojalá bastase decir que soy demócrata y automáticamente el público entendiera que por ende también soy socialista y comunista. Pero vivimos en el mundo al revés, en la mistificación permanente y a veces, lo lógico debe hacer malabares para no aparecer frente a los ojos de las mayorías como un sinsentido, cuando no directamente una auténtica locura. Y esto no es solo culpa de los de arriba, los del hilo rojo tenemos nuestra responsabilidad, nuestras inmundicias históricas que los explotadores supieron aprovechar, y como les es inmanente: explotar1.


¿Y por qué digo todo esto? Ayer el gobierno del PP aparecía enunciando altivo, en sus medios cómplices, que el gobierno argentino está afectando los intereses de una empresa española (Repsol) por nacionalizar una parte de su filial argentina (YPF), asegurando que el hacerlo es como meterse con España y con todos los españoles. Yo les digo que mienten, calumnian y lo saben. Repsol es una compañía privatizada por el anterior gobierno del PP de Aznar e YPF por el gobierno argentino de Ménem (ambos expresidentes, amigos actuales). Paradójicamente, o no tanto, Ménem era del mismo partido que es en la actualidad Cristina Kirchner, Presidenta de la República y debutante “naciolanizadora”2, que también votó a favor de la privatización por aquel entonces3). Y unos y otros siguen mintiendo denostando la profesión de los pocos políticos honestos que todavía quedan en el mundo. Su inmundicia les atora sus gargantas de humanos que juegan a ser muñecos de trapo al servicio de los grandes prestidigitadores. Políticos de la infrapolítica que destruyen cualquier vestigio de su humanidad malherida, encharcados en la hedionda miseria de los que limpian el culo, día tras día, a los magnates enriquecidos, o sea: a los ladrones y asesinos de guante blanco, dueños de armas (deudas externas) con silenciadores (medios de desinformación). A vosotros, gobierno del PP, gobierno de “patriotas” de pacotilla, os pregunto: ¿Cuando cientos de miles de familias españolas son expulsadas de sus casas porque a los bancos extranjeros les resultan más rentables fuera que dentro de sus hogares...es o no, también, meterse con los españoles? ¿Lo es cuando las multinacionales estadounidenses o alemanas radicadas en la Península echan a cientos de miles de trabajadores de sus puestos laborales? ¿Es o no meterse con los españoles cuando actualmente un 25% de los mismos que viven bajo esta Monarquía, donde reina un mata-elefantes, subsisten bajo el umbral de la pobreza mientras nuestro Estado sigue siendo una de las mayores economías de Europa? ¿Es o no meterse con los españoles pagar cada día más intereses a los compradores extranjeros de deuda mientras para pagarles se recortan salarios y se destruye todo lo público? ¿Es o no destruir nuestra sociedad permitir que las multinacionales farmacéuticas exijan la privatización de los hospitales públicos para que crezcan sus negocios mientras se deja morir a los pacientes menos rentables en sus casas?


Pero por otro lado, a mis hermanxs argentinxs les digo algo que muchxs ya sabrán: el gobierno del estado argentino no es ni socialista ni revolucionario, ni nada que se le parezca, por mucho que honre y coloque cuadros del Che Guevara en algunas recepciones oficiales. Un Che que desde luego no estaría ni en su partido ni entre sus filas de corruptos, oportunistas y en el mejor de los casos posibles: reformistas. El gobierno argentino no hace la recuperación de accionariado de YPF por fortaleza propia sino por debilidad de las otras burguesías decadentes. ¿Por qué no expropian a los capitalistas argentinos, estadounidenses o brasileños? Kirchner y compañía son proburgueses, pero basan su modelo capitalista en un desarrollo regional-popular de cierto tipo obligado por las dinámicas históricas de acumulación de capital mundial y la propia presión interna de “sus” trabajadores argentinos que ya no soportan más el papel de habitantes de una semicolonia, como lo fue durante dos décadas la Argentina que ayudaba a aplastar a sus habitantes más empobrecidos con la ayuda de las exmetrópolis coloniales. Es por ello que exigen mejoras y ahora el gobierno Kirchner puede disfrutar redirigiendo una parte del plusvalor mundial que se extrae siempre, con toda la violencia capitalista, del robo de los trabajadores de aquellos países que viven justo por debajo del nivel medio mundial de explotación.


El sistema capitalista internacional debe reordenarse por sus recurrentes crisis de sobreproducción (no menos de una veintena lleva ya) y las nuevas acumulaciones de capital (sobre todo en Asia) están obligando a re(des)equilibrar todo el sistema. De este modo, los papeles entre países enriquecidos, semiperiféricos y empobrecidos están mudando. Se reparten los mismos disfraces pero cambian sus portadores. Capitalismo 100%, destrucción creativa: cambiemos todo para que nada cambie. Algunas colonias o neocolonias pasarán a ser países semiperiféricos "acomodados" y otros antiguos semiperiféricos acomodados o enriquecidos humildes como España, se transformarán en semiperiféricos. EUA tarde o temprano descenderá y China o India ascenderán como potencias hegemónicas por su propia lucha de clases interna y su creciente acumulación de capital fruto del desmantelamiento industrial promovido por los capitalistas de los antiguos países enriquecidos. Pero esto no significa que el capitalismo esté perdiendo, al contrario, sigue ganando, pues lamentablemente todavía la mayoría de trabajadores del mundo no hemos aprendido que nuestra única patria posible es la unión de todas las hormigas de los hormigueros vilipendiados en lucha legítima por un hormiguero mundial, digno y en paz. No esperemos ingenuamente que los mismos gigantes que nos aplastan se apiaden de nuestra suerte y nos pongan caritativamente a salvo. O ellos o nosotros.


Mientras tanto reina la desidia, la inmundicia y el crimen en este Reino de Bananas llamado España. Los criminales andan sueltos entre tanto hijo de la gran puta. Hijos de puta que están destrozando las vidas del pueblo y que me perdonen todas las asalariadas del sexo que son mil veces más dignas que todos aquellos que insultan las maternidades honradas del mundo. Cada jornada que pasa, cada cual más dura, tediosa y pesada, nos exigen más y más sacrificio. Y lo hacen sin que se les caiga la cara de vergüenza. Al pueblo tranquilo, que gusta de la paz y los momentos buenos de la vida, se le pide a base de golpes lo que nadie en su sano juicio desea: hacer una revolución. Eso que nadie busca a menos que no vea otra salida. Nos lo exigen a base de machacarnos las vidas, de apagar todo futuro, de pisarnos los títulos que tanto esfuerzo y estudio nos costaron, de echarnos de las empresas que ayudamos a construir, de derruir nuestros hospitales y las escuelas de nuestros hijos, de cagarse en su futuro pisoteando su dignidad desde la fragilidad de las aulas... Nos están pidiendo una revolución, nos la están pidiendo para tener la excusa con la cual hacer una guerra y matarnos a todos los unos contra los otros: las hormigas españolas contra las de más allá y las de más allá contra las de más acá. Nos están pidiendo revueltas, desean alborotos, meter a los tres o cuatro gatos “revolucionados” de siempre entre rejas. Pero esta vez vamos a ser más listos que ellos y la revolución la vamos a hacer mundial. Debemos acumular fuerzas y hacer bullir el agua cuando no lo esperen, pero en lugar de aguas nacionales serán océanos internacionales. Cuanto más seamos menos serán las bajas, más pacífica la revolución mundial necesaria. Es nuestra única oportunidad. Vamos a trabajar a cada segundo por esa causa, con la fuerza de las palabras ahora que podemos todavía emplearlas, amando a los pueblos y no dejando que esos malditos magnates de la burguesía nos enfrenten los unos con los otros por sus pérfidos intereses de clase.


Nuestros intereses, en cambio, coinciden con el futuro del género humano; los suyos: con el fin de la especie. Los nuestros encajan con la necesidad de conseguir la verdadera democracia y un mundo donde la libertad y la justicia dejen de ser falsas promesas o dolorosas mentiras, para transformarse por fin en principio de realidades. De presente, en presente, nos presentamos para conquistar nuestro futuro. Aquí los que creemos en la raza humana.


No faltemos a nuestra cita histórica.



* Jon Juanma es el seudónimo artístico de Jon E. Illescas Martínez, licenciado en Bellas Artes e investigador de la FCM de Sociología y Comunicación en la Universidad de Alicante y la Universidad Complutense de Madrid.


Artículo finalizado el 17 de abril de 2012. El presente artículo tiene derechos Creative Commons, es publicable y reproducible siempre que se cite la autoría, se conserve su contenido y formato en su integridad a la par que no exista ánimo de lucro.



Correo: jonjuanma@gmail.com
Blog: http://jonjuanma.blogspot.com.es/



Notas:



1. Me refiero a las revoluciones que acabaron pariendo nuevas explotaciones, y de las que tenemos que aprender mucho y evitar bastante.


2. En el siglo XX y en la teoría política nacionalizar no significa que el Estado tenga la mayoría más uno del accionariado, sino el 100%. Son cosas de los tiempos de hegemonía neoliberal, que hace que los pastores alemanes reformistas y amaestrados parezcan lobos feroces bolcheviques.