El Goodbye
del Reino Unido
Anotaciones
marxistas sobre lo ocurrido y el futuro en la UE
Juguetes con la bandera del Reino Unido. El nacionalismo se mama desde la cuna. |
Jon
E. Illescas
Hoy es un día
histórico. Nadie pone en duda este punto. Por escaso porcentaje, la
mayoría de los británicos votaron por marcharse de la Unión
Europea. Con el 100% escrutado, un 51,9% votaron goodbye y un
48,1% to remain. No me detendré en este breve artículo a
analizar cómo la opción del Brexit ha triunfado en las zonas
rurales ni cómo en las zonas más avanzadas y cosmopolitas lo ha
hecho la voluntad de mantener la eurociudadanía. No hablaré
tampoco del divorcio entre los trabajadores cualificados y los no
cualificados (lo que algunos designan, erróneamente, como el
enfrentamiento entre la clase media y la obrera). Tampoco de cómo
gran parte de las áreas periféricas e industriales han abandonado
el internacionalismo conservándolo para las películas
hollywoodienses de amenazas alienígenas y por el contrario han
abrazado el nacionalismo chauvinista de la parte más retrógrada,
racista e imperialista de la burguesía inglesa. Algo que ciertamente
habla muy mal de la capacidad de la “izquierda realmente existente”
para conectar con los trabajadores y hacer pedagogía y
estupendamente de los grandes medios de derecha que, como The Sun
o The Daily Mail, llevaban décadas reproduciendo su hegemonía
machacando e infectando a los obreros con esos contravalores. No es
momento de hablar de esos asuntos que, aunque importantes, ya están
siendo señalados por algunos analistas.
En este espacio me
gustaría tratar una cuestión más de fondo que, como diría Fernand
Braudel, tiene que ver con la long durée (larga duración)
para el conjunto de la población y las generaciones venideras.
Porque está claro que las consecuencias del Brexit a corto-medio
plazo serán tremendas y actualmente simple y llanamente
incalculables. No sólo para los británicos sino para todos los
europeos y aún más, para cualquier ciudadano del globo. Dicho sin
ambages: las consecuencias del voto a favor del abandono del espacio
de construcción europea serán netamente negativas para los sectores
populares. En especial para la clase trabajadora, donde se encuentra
la mayoría de la humanidad. Una clase omitida mediáticamente y
ninguneada desde la política institucional que se halla fragmentada
internacionalmente por diversas fronteras, pero conectada globalmente
de facto por el mercado mundial.
No sabemos a qué
tipo de acuerdos políticos llegarán las autoridades británicas y
eurocomunitarias para amortiguar todos los problemas que acarreará
la salida de Reino Unido de la UE (si es que al final se lleva a
cabo), pero lo que es seguro es que los grandes negocios, aunque a
corto-medio plazo se resentirán, indefectiblemente
continuarán. Porque el marco de operaciones del capital es mundial y
esto, nadie, absolutamente nadie, desde dictadores de diverso signo
hasta políticos imperialistas, chovinistas o racistas, podrán
evitar.
El capitalismo es un
modo de producción que sólo puede ser superado en un sentido
positivo por el socialismo que será (si llega a serlo) un sistema
superior. Nunca podrá ser sobrepasado por relaciones económicas
reaccionarias, pretéritas, menos productivas y de escala inferior de
la que es capaz de desplegar el capital. No conseguiremos un mundo
mejor marchando a unidades políticas y económicas más pequeñas,
como en la Edad Media, cuando las ciudades amuralladas tenían su
propia moneda, sistema de medidas, fronteras, ejércitos y agentes
soberanos de decisión. De eso modo sólo conseguiremos una multitud
de reinos de taifas que no será en nada positiva para las mayorías.
Y teniendo de base una economía mundial, poner trabas
políticas-nacionales sólo servirá para abaratar la fuerza de
trabajo gracias a los impedimentos que con las nuevas fronteras
administrativas enfrentarán los emigrantes para tener igualdad de
derechos respecto a los nativos. Es decir, una situación mejor para
el empresariado y peor para los trabajadores. Más ganancias y menos
salarios. Un mundo más egoísta y menos solidario.
Hace tiempo, un
germano que vivió y murió en la capital del Reino Unido, un tal
Karl Marx, señaló que la misión histórica del capitalismo era
desarrollar las fuerzas productivas de la humanidad como ningún
sistema anterior lo hizo. Así se prepararía el terreno para el
socialismo. Es decir, era necesario crear la riqueza antes de
repartirla. Sin desarrollo capitalista no puede haber socialización
de esas mejoras para el conjunto de la población bajo la propiedad
colectiva y el control democrático de ésta. Y efectivamente, pese a
su inmenso poder destructor, el capitalismo ha permitido avanzar la
ciencia, la tecnología y unificar la fragmentada comunidad humana a
niveles desconocidos hasta la fecha. Nadie puede negar este punto sin
enfrentarse al ridículo o la vergüenza ajena del buen sentido común
de las mayorías.
Aunque a muchos en
la izquierda le cueste reconocerlo, el comercio mundial y las
mestizas inversiones de capital allende las fronteras han
posibilitado que pese a la lamentable persistencia de las guerras (y
los imperialismos), vivamos en un mundo mucho más pacífico que en
el pasado. Un ejemplo claro de ello es que desde la construcción de
la UE, los habitantes de los principales países europeos han
disfrutado del periodo de paz más largo de su historia. Es justo
reconocer estos hechos y para comprobarlo sólo hace falta repasar
los libros de historia o las hemerotecas. Hay una gran confusión con
Marx que muchos autoproclamados “marxistas” no dejan de difundir
y es que Marx no era un “anticapitalista” sino un “socialista”,
no era “nacionalista” sino “internacionalista”, no sería
“anti-UE” sino “pro-UE”. Marx y Engels hubieran criticado
ferozmente muchos elementos de la Unión Europea, por supuesto, pero
sin duda la hubieran apoyado por todo lo progresista que tiene como
promesa de un futuro mejor para la humanidad. Nosotros, deberíamos
hacer lo mismo.
Porque si la
humanidad tiene por delante un futuro digno, poco a poco y a largo
término, desde una perspectiva macro, observaremos su unificación
mundial. Y todo ello pese a su diversidad. Pues unión no significa
eliminación de las diferencias enriquecedoras u homogeneización
empobrecedora. Unión debe ser empoderamiento, seguridad y la
existencia de un mañana que merezca la pena ser vivido. Sin embargo,
desde una perspectiva micro y a corto-medio plazo, el voto del 23 de
junio por el Brexit quedará consignado en los libros de historia
como un paso atrás para la humanidad. Que ese paso atrás sea para
hacernos conscientes de los peligros de vivir en el pasado y tomar
impulso, dependerá de nosotros.
Como socialista,
marxista e internacionalista digo sí a avanzar en la construcción
hacia una humanidad reunida en una polis universal que sea capaz de
enfrentar los grandes desafios que plantea el capitalismo entrelazado
con la persistencia regresiva de los estados nación para la raza
humana: la desigualdad creciente, el cambio climático, el hambre,
las guerras, los refugiados de diversa índole, etc. Por eso digo sí
a la Unión Europea. Por eso me declaro con más intensidad que
nunca como militante del proyecto europeo de integración política,
porque pese a todo lo malo que hay que solucionar, las otras opciones
son mucho peores y plantean un escenario fértil para las divisiones
de la clase trabajadora y por ende, de la mayoría de la humanidad.
Por no hablar del reavivamiento de las posibilidades de nuevas y
temibles guerras fraticidas.
Por eso con fuerza
digo sí a la Unión Europea y sí a otra
Unión Europea, por supuesto. A una que aumente sus elementos
progresivos (espacio Schengen que ahora muchos gobiernos burgueses
quieren eliminar) unificación legal fiscal, laboral, judicial,
sanitaria, medioambiental, etc. Sí a la UE como paso intermedio
para una unidad política mundial donde todos seamos ciudadanos con
plenos derechos políticos y laborales, donde no haya más refugiados
ni un “vosotros” y “nosotros” que nos divida y permita que
algunos puedan mirar de arriba a abajo a sus congéneres. Porque el
socialismo será mundial o no será.
A muchos les
parecerá utópica mi propuesta observando lo que nos rodea, pero lo
ya no utópico, sino quimérico, es pensar que alguno de los grandes
problemas que enfrentamos como especie y que nos afecta en nuestro
día a día como individuos se vayan a solucionar sin que estemos
unidos. ¿Cómo si no combatiremos el fraude fiscal, la especulación
financiera o el cambio climático?
¿Cómo reduciremos
la jornada laboral para que el paro no siga aumentando ante la
utilización capitalista de las máquinas? Nada se solucionará presos en una
pleyade de Estados donde la clase dominante nos explotará a su
merced como hacen los granjeros con los animales divididos en los
pastos y jaulas de su propiedad. Por eso es hora de borrar las
fronteras que nos amputan como seres humanos, por eso es momento de
redoblar fuerzas y construir una Unión Europea más fuerte y
avanzada que sea atractiva para los habitantes de todo el mundo. Que
sea ejemplo de lo que queremos construir en el futuro, que sea tan
inspiradora que cualquiera, al ser preguntado, en unos hipotéticos
y futuros referéndums, tenga que votar “Sí quiero ser parte de
esta comunidad superior”. No hay otro camino excepto el retorno a
la barbarie. Y hemos estado allí otras veces. Pero me refiero a una
barbarie mucho mayor y más agresiva de la que lúcidamente usted ya
reconoce estar viviendo.
Jon E. Illescas
es Doctor en Sociología y Comunicación y Licenciado en Bellas
Artes. Es autor de “La Dictadura del Videoclip. Industria musical y
sueños prefabricados” (El Viejo Topo, 2015). Blog:
http://jonjuanma.blogspot.com.es/
Twitter: https://twitter.com/jonjuanma
Este artículo
fue publicado el 24 de junio de 2016 con licencia Creative Commons.
Puede ser reproducido sin ánimo de lucro y conservando la autoría y
el formato originales.
6 comentarios:
Muy interesante Jon.
Pero no me parece haber recalcado suficientemente que la salida ha sido una decisión democrática. Es decir, todas las bondades de la Unión Europea democráticamente carecen de valor.
Esto es así, y me parece tan obvio como cuando tú mismo dices que esta actual Unión Europea tiene la misma categoría que un billete falso.
Es más, propongo que la solución democrática se extienda por el resto de países. Que nos dejen opinar si queremos pertenecer a este Club dominado por Alemania, donde no se respetan los derechos humanos básicos: El derecho a la vida como principal derecho.
La Unión Europea ha demostrado suficientemente su inutilidad. Por tanto soluciones democráticas y asumir el resultado.
Gracias Jon.
Tienes toda la razón Juanjo. Hoy me lo decía un amigo escocés que estaba destruido por el resultado pues apoyaba la opción de seguir en la UE, pero reconocía que había sido un triunfo de la democracia. Desde luego, apoyo tu iniciativa de consultas y es hora de avanzar en un plano progresista. Gracias por tu comentario, abrazo.
Un articulo en relación al texto....
sobre la clase trabajadora y su alianza con el capitalismo nacional xenofobo britanico.Una clase obrera que no quiere perder los privilegios del Estado del Bienestar se los niega a la clase trabajadora comunitaria y african-arabe....queda mucho marxismo por aprender.
http://economicsofimperialism.blogspot.com.es/2016/06/political-fundamentals-and-uk-brexit.html
saludos.
Buenos días:
Siento decirle que he leído su artículo hasta el final porque prometía bastante al inicio pero solo he constatado que está lleno de contrariedades.
Así, parte usted de que el nombre "Unión Europea" es una realidad, como si los españoles se sintieran más unidos a los alemanes, daneses o austriacos que hace 20 años por el hecho de pertenecer a este club, nada más lejos de la realidad. De hecho, nada se ha hecho en estos 20 años de Maastricht por la Europa de los pueblos ni por la verdadera unión. Solmente se ha potenciado la libre circulación del capital y de las mercancías, pues cuando las personas llevaban algo de ello eran bien recibidas pero cuando venían sin personas ni mercancías, solo con lo puesto, el tratado Schengen (uno de los pilares de la unión) ha saltado por los aires. Y así es como en Alemania hay un sentimiento antiespañol, antigriego... en Reino Unido y en Francia un sentimiento antirumano o antibulgaro. Seamos sinceros en este punto, por favor.
En segundo lugar, dice usted: "Como socialista, marxista e internacionalista digo sí a avanzar en la construcción hacia una humanidad reunida en una polis universal que sea capaz de enfrentar los grandes desafíos que plantea el capitalismo entrelazado con la persistencia regresiva de los estados nación para la raza humana: la desigualdad creciente, el cambio climático, el hambre, las guerras, los refugiados de diversa índole, etc. Por eso digo sí a la Unión Europea.". En realidad, la desigualdad, el cambio climático, el hambre y las guerras han crecido con y gracias a la Unión Europea. En cuanto a la desigualdad solo debe fijarse en las diferencias entre centro y periferia y las administraciones europeas solo han rescatado a la banca y las empresas alemanas, holandesas, danesas y francesas (los rescates a Portugal, España y Grecia solo han servido para garantizar que la quebrada banca del norte cobraba sus deudas, mientras los españoles, griegos y portugueses solo han sufrido recortes y no han visto un céntimo de esos rescates en inversión y desarrollo. Todo avalado por la COmisión Europea y el Banco Central Europeo. Así mismo, el cambio climático es culpa del modelo de desarrollismo en el que vivimos y que la Unión Europea potencia cada día con la competitividad y el libre mercado.
Yo también soy internacionalista, socialista-marxista y todo lo que usted menciona y por ello creo que la Unión Europea establecida impide todo lo que usted y yo queremos. Por eso es el momento de que todos los estados se pongan de acuerdo en romper esta unión y volver a comenzar desde cero, con unas bases distintas que no hablen solo del capital, sino de una verdadera unión de los pueblos de Europa.
Perdón. Olvidé el punto de las guerras.
Que no se desarrollen en Europa no significa que la Unión Europea no las promueva con la venta de armas y con apoyos a uno u otro bando, sino de forma oficial, entre bambalinas pero gracias a la libre circulación del capital, incluido el negro, sobre todo por los paraísos fiscales que plagan el continente (Gibraltar, Andorra, Liechtenstein, San Marino, El Vaticano, Mónaco y, el más sorprendente, Luxemburgo, donde operan tantos planes de pensiones de los mismísimos parlamentarios de la Unión entre otras actividades financieras. Así, podemos hablar de apoyo de guerras o de promoción de las mismas y de golpes de estado en Afganistán, Irak, Libia, Egipto, Ucrania, Siria... Sería muy cínico y egoísta pensar que la Unión contribuye a la paz solo porque evita las guerras en su propio territorio, a pesar de potenciarlas en el exterior.
Esta, sin duda alguna, no es la internacionalización que buscaba Marx. Le aconsejo que lo relea.
Un saludo.
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