Pin parental y educación tóxica
Con
la reciente aprobación del llamado “pin parental” de VOX en los centros
educativos de la Región de Murcia, gran parte de la izquierda de este
país ha puesto el grito en el cielo. Incluido el nuevo y flamante
gobierno de coalición encabezado por el particular binomio
Sánchez-Iglesias. Argumentan que comporta una intromisión injustificable
por parte de padres y madres en la educación pública que el Estado debe
garantizar y el propio texto constitucional blinda.
Sin embargo, como profesor de Secundaria de la Región y hombre de
izquierdas, no puedo más que estar en profundo desacuerdo con esta
izquierda oficial. Creo que la propuesta de VOX debería ser asumida y
defendida por toda la comunidad educativa, incluida la de aquellos
miembros pertenecientes a la orilla zurda del espectro político. Pero,
¿por qué?
En primer lugar, porque es alarmante el grado de impunidad con el que
determinados equipos directivos invitan a sus centros a organizaciones
privadas para dar charlas donde promueven contenidos más que
cuestionables. Sostenidos con dinero público, son ya muchos los
institutos donde he transitado en mi “calidad” de profesor interino,
donde se cometen auténticos atentados educativos invitando a
conferenciantes que promueven valores contrarios a los Derechos Humanos.
Ya saben, aquellos incluidos en una Declaración firmada por casi todos
los países decentes (e indecentes) del orbe.
Quizás a algún lector alejado de la realidad de las aulas le
sorprenda lo que afirmo, pero sirva de ejemplo que he tenido la desdicha
de presenciar talleres donde profesores de Economía convidaban a
ponentes que explicaban a los menores la grandeza de enriquecerse
defraudando a hacienda, explotando a los trabajadores o aprovechando las
oportunidades empresariales que ofrece el narcotráfico. También he
sufrido el infortunio de presenciar charlas de “educación sexual” donde
se animaba a los adolescentes a emborracharse y a experimentar su
sexualidad realizando orgías. O a golpear a sus parejas llamándolas
“zorras”. Algunas veces, incluso proyectaban vídeos donde mostraban como
deseables las violaciones grupales a jóvenes adolescentes.
Desde departamentos como el de Geografía e Historia, he presenciado
cómo ponentes del Ejército justificaban delante de los menores la
tortura y el asesinato de padres frente a sus mujeres e hijos pequeños
como una forma válida de combatir el terrorismo. Incluso he sido testigo
de charlas organizadas por profesores de Biología donde se
relativizaban los efectos de las drogas y se animaba al alumnado a
experimentarlas, explicándoles cómo podían producirlas en casa
mezclándolas con medicamentos para que el “colocón” saliera más barato.
En otras ocasiones, eran los departamentos de Dibujo (donde trabajo)
quienes invitaban a estrafalarios galeristas que exponían “obras” como,
por ejemplo, fotografías de mujeres desnudas descuartizadas. También nos
visitaron “artistas multidisciplinares” que proyectaban a adolescentes
de 12 años vídeos de performances de ancianos incestuosos que eyaculaban sobre sus nietas o incluso de animales fornicando con personas.
Usted estará pensando que todo esto no puede ser cierto, que le estoy
engañando, que debe ser algún truco retórico y… así es. Pero solo
parcialmente. En realidad, todos los contenidos señalados son impartidos
día y noche por los principales educadores de niños y adolescentes.
¿Quiénes? ¿Los profesores? No. ¿Los padres? Menos. ¿Quiénes entonces?
Las pantallas. Ese imperio luminoso de pequeñas y grandes pantallas a
las que están conectados, en Secundaria, una media de unas 9 horas al
día. ¡Más tiempo del que duermen! No en vano, son sus mejores amigas,
padres y profesores, pues siempre están ahí aguardando su atención.
Todos los contenidos relatados y muchos más de semejante índole, son
producidos y difundidos sin ningún filtro por poderosas empresas
multinacionales a las que el gobierno no impide el acceso a los menores.
A las que no reclama ningún pin parental, pese a existir tecnología
para ello. Niños de 8 años juegan al popular videojuego GTA donde
atropellan a viandantes, torturan a personas o gestionan laboratorios de
cocaína. O al Max Paine 3, donde pueden ametrallar de modo realista a
una prostituta desnuda mientras llora suplicando piedad. Sumado a ello,
las tres grandes discográficas, que controlan más del 92% de la oferta
musical internacional, acribillan a los adolescentes con una pléyade de
“artistas” que los invitan no solo a consumir sino a traficar con
drogas. Cantantes como Lil Pump o el reguetonero y ex presidiario Anuel
AA (triunfador de los Grammys Latinos) son parte de esta “educación
paralela”. Ambos, por cierto, con decenas de millones de seguidores y
videoclips que suman millares de millones.
Entonces, ¿son los docentes el mayor peligro para la educación de los
menores? La propuesta de VOX es una impostura que pretende reducir el
peso civilizatorio de lo público en la educación. Sin embargo, ni Vox ni
posiblemente nuestra izquierda gobernante y coaligada dirán nada de la
libertad de las empresas culturales para embrutecer a nuestros menores ad nauseam.
Ojalá me equivoque, pero ya sabemos cuál es el resultado de enfrentar
los intereses del gran capital a la responsabilidad política de la salud
física y mental de los niños. Dirán que condenan tales contenidos y que
la responsabilidad es de los padres, del mismo modo que condenan los
misiles que ayudaron a vender y explotan en algún lejano colegio de
Oriente Próximo. Y allí como aquí, ni a los padres ni a los hijos, se
les puede dejar tan solos. Tampoco a los profesores.
2 comentarios:
Un roto enorme... y se fija la atención en un supuesto descosido. Curioso que nadie más diga esto.
Falta conciencia y no conviene. Saludos compañero.
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