Jon Juanma
Antonio Gramsci fue un revolucionario,
teórico marxista, periodista y filósofo que llegó a ser uno de los
principales dirigentes del Partido Comunista Italiano en los años
veinte del pasado siglo (alcanzando el cargo de Secretario General).
Murió un 27 de abril, el de 1937. En ese momento, con 46 años de
edad, sumamente enfermo, se encontraba a punto de salir de la cárcel.
Lúgubre morada donde el régimen de Mussolini lo había confinado
arrancándolo de los brazos de la humanidad por ser, precisamente,
uno de sus grandes: sensible, comprometido con los de su especie y
brillantemente inteligente. Todo ello lo colocó irremisiblemente
como un destacado y honesto dirigente de los explotados: de la clase
obrera italiana. Primero, como miembro del partido socialista, y
después, liderando el partido comunista de su tiempo. Pero por la
misma razón, también lo situó en el punto de mira de los
explotadores.
Hoy día, cuando se cumple el 121
aniversario de su nacimiento1, ante los acontecimientos
que se precipitan en cascada sobre el cuello de las clases populares
europeas2, entre recortes sociales, mercados insaciables y
agencias de rating, cabe preguntarse: ¿dónde estaría
Gramsci en esta Europa en crisis de principios de 2012? ¿Dónde nos
podríamos encontrar en la actualidad a un pequeño hombre como
Antonio3 con su inmensa estatura moral? Y se me ocurren al
menos tres respuestas. Depende de si contestamos atendiendo a su
dimensión política, intelectual o humana.
En tanto político que fue4,
no sería difícil imaginárnoslo en alguno de los mayores partidos
comunistas o de izquierdas de cualquiera de los países europeos
actuales. El comunismo está casi tan mal visto hoy como ayer, y peor
que estará, por tanto el símil se nos antoja verosímil.
Lamentablemente por ahora, las ideas marxistas no gozan de la misma
popularidad entre la clase trabajadora de nuestros días que en la
italiana del pasado siglo, cuando una parte importante de ella
todavía tenía como referente la recién nacida Unión Soviética y
luchaban por un horizonte poscapitalista. Ésta es una asignatura
pendiente para los marxistas de hoy: llegó (otra vez) la hora de la
revolución y nos pilló con el pie cambiado y los deberes sin
hacer... Desde luego lo que está claro es que Gramsci sería lo
contrario a un apolítico. Él odiaba la indiferencia como fuerza que
ahogaba cualquier progreso histórico5. Sin duda, en estos
momentos, Gramsci estaría jugándose el pellejo blandiendo razones y
luchando por una humanidad que mereciese tal nombre.
En cambio, como intelectual (orgánico)
que era, lo podríamos imaginar en los centros de trabajo, de estudio
o en las calles agitando a los mejores hijos del pueblo. Y seguro
también publicando y debatiendo en alguna medio de Internet que
substituyera a su viejo periódico L' Ordine Nuovo. En estos
días de enero lo veríamos luchando contrahegemónicamente contra
los intentos del bloque dominante actual por suprimir espacios de
libertad en la Red, batallando contra la SOPA, la Ley Sinde y todas
sus semejantes. Además, siguiendo su propuesta de intelectual
orgánico de la clase obrera, tenemos la certeza de que no estaría
trabajando a sueldo de ningún periódico burgués por mucho que se
autoproclamase “progresista” o “de izquierdas”, porque debido
a su insoslayable compromiso obrero frente a los patronos y los
politicastros de izquierda, hace tiempo le hubieran prohibido la
escritura en cualquiera de sus páginas. Tampoco estaría en ningún
partido miembro de la Internacional Socialista que dejó enterradas a
lo largo del siglo XX las ideas de Karl Marx y los socialistas de La
Comuna de París para acabar abrazando la imposible mano invisible de
Adam Smith, aquella que sigue meciendo la cuna, quise decir: “los
mercados”.
Pero para finalizar nuestra fantasía
revolucionaria cabría preguntarnos, ¿dónde estaría Gramsci como
ser humano? La respuesta es sencilla: en la cárcel . O en su
defecto, a punto de entrar. Porque en Gramsci no podemos separar su
compromiso político, intelectual y ético de su conjunto humano,
porque en él todas esas dimensiones confluían hacia la liberación
de sus semejantes, todas ellas esculpían armónicamente la esencia
de su persona, muchas veces puesta en tensión por los sufrimientos
de su presencia, su materia, que nunca fueron lo suficientemente
dolorosos para extinguir sus ansías revolucionarias de amor infinito
al género humano6.
Hoy al igual que ayer, sólo que mucho
peor, el capital financiero junto a los gobiernos títeres y el gran
capital industrial conforman la fuerza macabra y demoledora de un
imperialismo (Lenin) de carácter pornográfico (Fontes) y
protonecrófilo (Fromm) que intenta llevar a las mayorías
directamente a la tumba. Y todo ello, con el único fin de poder
garantizar nuevas expropiaciones que aseguren la reproducción y
acumulación constante de plusvalía, cada vez más, concentrada en
las manos de unos pocos sádicos magnates capitalistas7.
Hoy, al igual que en los tiempos de Gramsci, los espacios de
democracia (aunque sea burguesa) tienden a desaparecer y la dictadura
del Capital avanza con paso firme; primero enseñando una pata,
después sus afilados colmillos y cada vez más su demoniaco cuerpo
de mil tentáculos sedientos de cuerpos que ofrecer descuartizados en
la pira de los mercados internacionalizados, donde impunemente se
trafica todos los días, con la vida y la muerte de millones de
nuestros hermanos.
Si no hacemos algo grande en breve,
pronto tendremos a varios intelectuales orgánicos en las cárceles
europeas: a numerosos familiares que visitar tras las rejas, a
varios Gramsci entre cuatro paredes encerrados como si fueran
vulgares criminales de la peor calaña, esto es, como si fueran
grandes banqueros o especuladores (disculpen la redundancia).Y no es
para esto que Gramsci se pasó estoicamente veinte años en la
plenitud de su vida atrapado entre cuatro paredes, mientras sus hijos
crecían sin la mirada cómplice de su padre y su mujer marchitaba
frente a la constante e insoportable ausencia de su amado. No es para
esto que Gramsci estuvo escribiéndonos en pequeños cuadernos a
escondidas para que después de todo no hayamos aprendido nada y por
nuestra inactividad volvamos, sin máquina del tiempo de por medio,
no a principios del siglo donde vivió el revolucionario italiano,
sino todavía más atrás: quizás a los años de Marx y Engels, a la
brutal explotación del XIX. Pero esta vez, como sabemos que la
historia no se repite exactamente del mismo modo, rodeados por un
paisaje repleto de nanotecnología, Internet móvil y cámaras de
videovigilancia controladas desde un no tan lejano espacio
“exterior”.
Así desde los barrotes de una prisión
imposible, las palabras de Gramsci todavía resuenan y desbordan los
cauces de la mediocridad, para desde la fe irremisible de su
compromiso histórico recordarnos la necesidad de llevar a cabo la
filosofía de la praxis8, en tanto somos a la vez homo
faber y homo sapiens. Podemos
ser forjadores y sabios, albañiles y filósofos, guerrilleros y
artistas. Como una vez nos recordó:
“El hombre es un
proceso, el proceso de sus actos”9
Partiendo de ello, Antonio se merece
que le brindemos un buen homenaje. Se merece, como mínimo, una
revolución. Sabemos que tenemos motivos de sobra para rebelarnos,
pero tendremos que estudiar, trabajar, luchar y organizarnos por
construir una revolución que merezca tal nombre. Para ello tendremos
que aprender de los errores de las pasadas mientras nos armarnos de
solidaridad y fraternidad internacionalista, únicas armas que nos
guiarán al principio de la victoria: al amanecer del mundo
socialista, a los albores de una tierra donde la paz y la libertad
puedan por fin comenzar a florecer. Será nada más y nada menos que
el principio de la verdadera democracia, por la que Antonio Gramsci,
entregó su vida. Definitivamente fue un revolucionario al que le
faltó una revolución.
Nosotros la haremos en su nombre.
* Jon Juanma es
el seudónimo artístico/revolucionario de Jon E. Illescas Martínez,
investigador de la FCM en la Universidad de Alicante y la Universidad
Complutense de Madrid.
Blog:
http://jonjuanma.blogspot.com/
Correo: jonjuanma@gmail.com
Este
artículo fue finalizado el 22 de enero de 2012 y tiene licencia
Creative Commons, pudiendo ser reproducido siempre que se conserve la
autoría, el formato y la totalidad del texto a la par que no haya en
su publicación ánimo de lucro.
Notas:
1.
Gramsci llegó al mundo el 22 de enero de 1891.
2.
Entre otras clases populares pues como dice Rafael Díaz-Salazar no
hay que olvidar que no son los europeos ni los estadounidenses los
que más están sufriendo esta crisis del capitalismo, sino las
clases explotadas de los países empobrecidos.
3.
Gramsci debido a una enfermedad desde niño, no pasó del metro y
medio de altura.
4.
Fue elegido diputado de la Asamblea italiana en Roma.
5.
“La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de
plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se
ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la
vieja ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida, mejor
que las corazas de sus guerreros, que se traga a los asaltantes en su
remolino de lodo, y los diezma y los amilana, y en ocasiones los hace
desistir de cualquier empresa heroica” GRAMSCI, Antonio (2011) Odio
a los indiferentes.
Madrid: Ariel [1917].
6.
Para darse cuenta de ello tan sólo hay que leer las bellísimas
cartas que desde la cárcel Gramsci enviaba a sus seres queridos y
cómo conscientemente, su compromiso histórico, le llevaba a aceptar
su encarcelamiento bajo la tranquilidad de una ética inquebrantable
y el convencimiento de incluso ofrecer su vida por sus ideales (Carta
del 10 de mayo de 1928, dirigida a su madre). En cuanto al
sufrimiento material me refiero al problema que tuvo desde pequeño
que le impidió seguir creciendo y le produjo una creciente chepa, o
las numerosas enfermedades que cosechó tras las prisiones fascistas.
7.
No digo que lo sean todos, pero me parece que de los 1.210
multimillonarios (con más de 1.000 millones de $) que hay en el
mundo, muy pocos se deben salvar se del epíteto que les dediqué, ya
que dudo mucho que en su mayoría estos individuos dediquen sus
activos para subvertir el orden que los ampara y acabar con la
pobreza en el mundo, pues la pobreza mundializada deviene de su
riqueza expropiada y privatizada.
8.
La filosofía de la praxis, sería para Gramsci, la aplicación vital
de las enseñanzas de un marxismo democratizado entre las mayorías
como producto lógico de un nuevo estadio del humanismo.
9.
GRAMSCI, Antonio (1974) La
formación de los intelectuales.
Barcelona: Grijalbo [1963].
1 comentario:
Lo que hace el sectarismo... pero si precisamente la decadencia de Europa en lo cultural, social y civilizacional tiene su causa en las teorías de destrucción de la cultura y la teoría crítica de Gramsci, Marcuse y otros miembros de la Escuela de Frankfurt respectivamente.
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