Imagen: Óleo sobre lienzo de William Bouguereau llamado "Virgilio y Dante en el Infierno" (1850)
Autor del artículo: Sergio Bacchi
Fuente: Argenpress
Autor del artículo: Sergio Bacchi
Fuente: Argenpress
Mucho se ha escrito o se está escribiendo sobre la crisis actual. Y esto no es sorprendente, pues todos sabemos que sus consecuencias afectarán a todos y a cada uno de nosotros, a algunos más duramente, especialmente a los trabajadores con salarios bajos y a los desempleados y aún más en los países subdesarrollados y a otros con menor intensidad. Pero podemos estar seguros de una cosa: todos pasaremos malos momentos debidos a esta crisis, si es que ya no estamos en ese momento.
Con esta crisis llegó la hora de la verdad para el capitalismo, pues existen dos bases teóricas para la economía. La primera es la marxista, que como indica su nombre fue creada por Karl Marx y está explicada en sus libros, especialmente en El Capital. Esta base teórica sostiene que solamente crea valor el trabajo humano, o sea, el trabajo vivo, que crea valor de cambio, pues el valor de uso también pueden crearlo las máquinas.
La otra pertenece a la teoría económica de la burguesía. Ésta dice que el valor de cambio lo crea el movimiento de los capitales. Es por esta razón que la burguesía busca mantener sus capitales constantemente en movimiento, lo más rápido posible.
Los teóricos al servicio del capital crearon esta teoría para negar la veracidad de la teoría marxista. Cuando aún en los años 70 y 80 del siglo XX comenzaron a aparecer opiniones de que el capitalismo se había agotado y estaba condenado a una crisis sistémica de la que no saldría jamás, conduciendo a la humanidad o al socialismo o a la barbarie, emergió el teórico del neoliberalismo Milton Friedman pregonando –para la burguesía– la doctrina del shock.1 Y de este modo, la burguesía imperialista que venía padeciendo un decrecimiento constante de sus ganancias, abrazó de inmediato esa teoría y la difundió en todo el mundo, pero antes la experimentó en un país subdesarrollado, en Chile, a través del shock del golpe del dictador asesino Pinochet, que le costó la vida a Salvador Allende y a decenas de millares de individuos
Pero pese a los innumerables comentarios sobre esta crisis, pocos la sitúan en su verdadera dimensión. Ésta no es una crisis cíclica del capital, como aquellas a las que estábamos acostumbrados. Tampoco es una de las llamadas “crisis de onda larga” de Kondratiev, que son más espaciadas que las cíclicas. Ésta es una crisis provocada por el agotamiento total del régimen capitalista en toda la tierra. Además, ésta ha comenzado varias décadas atrás. El 22 de octubre de 1989, Jesse Jackson2 publicó un artículo --en el diario A Folha de São Paulo-- titulado “La economía de EEUU genera la ilusión de prosperidad”, donde describió la grave crisis subyacente en la economía estadounidense. La verdad es que esa época ya vivíamos el pleno agotamiento del capitalismo y estábamos sobre la crisis sistémica.
El capitalismo alcanzó su auge y agotó completamente su capacidad de desarrollo a fines de la década de los años 60 del siglo pasado, precisamente con la llamada Revolución Científico-Técnica y la consiguiente aparición de las máquinas digitales, especialmente del computador, que permitió la construcción del cuarto órgano de la maquina, el Órgano de Control, y de esa forma, el capitalismo llevó la automatización a innumerables medios de producción.
Si lo anterior es verdadero, desde fines de los años 60 e inicios de los 70 del siglo XX el capitalismo está en una crisis sistémica –crisis Terminal--, de la que jamás saldrá. Pero una crisis sistémica, a diferencia de las crisis cíclicas, no presenta manifestaciones agudas. Se exterioriza soterradamente, como un reptil que se desliza bajo el follaje del bosque, aunque su manifestación perceptible en cada crisis cíclica ahonda más la destrucción de los medios de producción y hace a la crisis más calamitosa.
Además, esta crisis permanecerá en el seno de la sociedad hasta que ésta sea capaz de organizarse y poner fin al viejo régimen instalando un nuevo orden o la barbarie destruirá por completo la civilización y a la humanidad, haciéndonos retroceder a la animalidad. Si tuviéramos que buscar ejemplos de crisis sistémicas en nuestra historia, la primera con que hallaríamos sería la crisis del sistema esclavista clásico. La crisis que destruyó al Imperio Romano y nos condujo a la edad media tuvo una duración de aproximada de 600 años. Cuando Jesucristo nació, el Imperio ya estaba en crisis y solamente en el siglo V después de Cristo fue que se inició la Edad Media. El régimen feudal ya estaba en crisis a partir del siglo XIV, bajo el Renacimiento italiano, hasta que la Revolución Francesa le puso fin en el siglo XVIII
Como es lógico, todavía no podemos adelantar una fecha para el fin de este sistema, porque para que finalice son indispensables dos condiciones, primero que se organice la voluntad social que pondría fin al régimen, y segundo, que se desarrolle una propuesta concreta para un nuevo orden
La propuesta para un nuevo régimen no surgirá de la cabeza de ningún genio, ni tampoco de organización política alguna, sino que deberá estar basada en la experiencia concreta de las masas, que para sobrevivir desarrollarán formas nuevas de sociabilidad, tales como el Movimiento de los Sin Tierra y las cooperativas que se han estado formando a partir de tomas de los obreros en diversos países como Argentina, Brasil y Uruguay. También, de experimentos que buscan transformar el régimen desde adentro del Estado, como en Venezuela y Bolivia, especialmente.
Además, el sistema capitalista se vuelve cada vez más odioso. Si en sus días de régimen progresista ya enfrentaba muchas luchas en su contra de los trabajadores, hoy el sistema ha degenerado por completo, pues ya no son sólo las grandes empresas quienes lideran el desenvolvimiento de la economía del capitalismo, sino que también un puñado de burgueses vinculados al gran negocio del lavado de dinero procedente del tráfico de drogas y del contrabando de armas. Cada día aumentan más las calamidades que padece el pueblo trabajador, tales como el hambre, enfermedades y otros males. Cada día es mayor la cantidad de personas que se manifiesta contra el sistema, algunas sin tener todavía claridad sobre los hechos, ni qué hacer para seguir viviendo. A pesar de no estar claro como terminará esta saga, sería muy extraño que una humanidad que supo caminar hasta aquí no supiera cómo dar el último paso en dirección a su liberación.
Notas:
1) La llamada doctrina del shock fue aplicada por la dictadura de Pinochet y, enseguida, adoptada también por otros gobiernos en todo el mundo.
2) El reverendo Jesse Jackson fue candidato a la Presidencia de EEUU en 1988.
Sergio Bacchi, ingeniero brasilero residente en Chile, autor de La crisis final del capitalismo, Ernesto Carmona Editor, Santiago, Chile, junio 2008.
Con esta crisis llegó la hora de la verdad para el capitalismo, pues existen dos bases teóricas para la economía. La primera es la marxista, que como indica su nombre fue creada por Karl Marx y está explicada en sus libros, especialmente en El Capital. Esta base teórica sostiene que solamente crea valor el trabajo humano, o sea, el trabajo vivo, que crea valor de cambio, pues el valor de uso también pueden crearlo las máquinas.
La otra pertenece a la teoría económica de la burguesía. Ésta dice que el valor de cambio lo crea el movimiento de los capitales. Es por esta razón que la burguesía busca mantener sus capitales constantemente en movimiento, lo más rápido posible.
Los teóricos al servicio del capital crearon esta teoría para negar la veracidad de la teoría marxista. Cuando aún en los años 70 y 80 del siglo XX comenzaron a aparecer opiniones de que el capitalismo se había agotado y estaba condenado a una crisis sistémica de la que no saldría jamás, conduciendo a la humanidad o al socialismo o a la barbarie, emergió el teórico del neoliberalismo Milton Friedman pregonando –para la burguesía– la doctrina del shock.1 Y de este modo, la burguesía imperialista que venía padeciendo un decrecimiento constante de sus ganancias, abrazó de inmediato esa teoría y la difundió en todo el mundo, pero antes la experimentó en un país subdesarrollado, en Chile, a través del shock del golpe del dictador asesino Pinochet, que le costó la vida a Salvador Allende y a decenas de millares de individuos
Pero pese a los innumerables comentarios sobre esta crisis, pocos la sitúan en su verdadera dimensión. Ésta no es una crisis cíclica del capital, como aquellas a las que estábamos acostumbrados. Tampoco es una de las llamadas “crisis de onda larga” de Kondratiev, que son más espaciadas que las cíclicas. Ésta es una crisis provocada por el agotamiento total del régimen capitalista en toda la tierra. Además, ésta ha comenzado varias décadas atrás. El 22 de octubre de 1989, Jesse Jackson2 publicó un artículo --en el diario A Folha de São Paulo-- titulado “La economía de EEUU genera la ilusión de prosperidad”, donde describió la grave crisis subyacente en la economía estadounidense. La verdad es que esa época ya vivíamos el pleno agotamiento del capitalismo y estábamos sobre la crisis sistémica.
El capitalismo alcanzó su auge y agotó completamente su capacidad de desarrollo a fines de la década de los años 60 del siglo pasado, precisamente con la llamada Revolución Científico-Técnica y la consiguiente aparición de las máquinas digitales, especialmente del computador, que permitió la construcción del cuarto órgano de la maquina, el Órgano de Control, y de esa forma, el capitalismo llevó la automatización a innumerables medios de producción.
Si lo anterior es verdadero, desde fines de los años 60 e inicios de los 70 del siglo XX el capitalismo está en una crisis sistémica –crisis Terminal--, de la que jamás saldrá. Pero una crisis sistémica, a diferencia de las crisis cíclicas, no presenta manifestaciones agudas. Se exterioriza soterradamente, como un reptil que se desliza bajo el follaje del bosque, aunque su manifestación perceptible en cada crisis cíclica ahonda más la destrucción de los medios de producción y hace a la crisis más calamitosa.
Además, esta crisis permanecerá en el seno de la sociedad hasta que ésta sea capaz de organizarse y poner fin al viejo régimen instalando un nuevo orden o la barbarie destruirá por completo la civilización y a la humanidad, haciéndonos retroceder a la animalidad. Si tuviéramos que buscar ejemplos de crisis sistémicas en nuestra historia, la primera con que hallaríamos sería la crisis del sistema esclavista clásico. La crisis que destruyó al Imperio Romano y nos condujo a la edad media tuvo una duración de aproximada de 600 años. Cuando Jesucristo nació, el Imperio ya estaba en crisis y solamente en el siglo V después de Cristo fue que se inició la Edad Media. El régimen feudal ya estaba en crisis a partir del siglo XIV, bajo el Renacimiento italiano, hasta que la Revolución Francesa le puso fin en el siglo XVIII
Como es lógico, todavía no podemos adelantar una fecha para el fin de este sistema, porque para que finalice son indispensables dos condiciones, primero que se organice la voluntad social que pondría fin al régimen, y segundo, que se desarrolle una propuesta concreta para un nuevo orden
La propuesta para un nuevo régimen no surgirá de la cabeza de ningún genio, ni tampoco de organización política alguna, sino que deberá estar basada en la experiencia concreta de las masas, que para sobrevivir desarrollarán formas nuevas de sociabilidad, tales como el Movimiento de los Sin Tierra y las cooperativas que se han estado formando a partir de tomas de los obreros en diversos países como Argentina, Brasil y Uruguay. También, de experimentos que buscan transformar el régimen desde adentro del Estado, como en Venezuela y Bolivia, especialmente.
Además, el sistema capitalista se vuelve cada vez más odioso. Si en sus días de régimen progresista ya enfrentaba muchas luchas en su contra de los trabajadores, hoy el sistema ha degenerado por completo, pues ya no son sólo las grandes empresas quienes lideran el desenvolvimiento de la economía del capitalismo, sino que también un puñado de burgueses vinculados al gran negocio del lavado de dinero procedente del tráfico de drogas y del contrabando de armas. Cada día aumentan más las calamidades que padece el pueblo trabajador, tales como el hambre, enfermedades y otros males. Cada día es mayor la cantidad de personas que se manifiesta contra el sistema, algunas sin tener todavía claridad sobre los hechos, ni qué hacer para seguir viviendo. A pesar de no estar claro como terminará esta saga, sería muy extraño que una humanidad que supo caminar hasta aquí no supiera cómo dar el último paso en dirección a su liberación.
Notas:
1) La llamada doctrina del shock fue aplicada por la dictadura de Pinochet y, enseguida, adoptada también por otros gobiernos en todo el mundo.
2) El reverendo Jesse Jackson fue candidato a la Presidencia de EEUU en 1988.
Sergio Bacchi, ingeniero brasilero residente en Chile, autor de La crisis final del capitalismo, Ernesto Carmona Editor, Santiago, Chile, junio 2008.
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