martes, 30 de junio de 2009

¿Qué significa el golpe de Estado de Honduras?



¿Qué significa el golpe de Estado de Honduras?

Autor: Marcelo Colussi

mmcolussi@gmail.com

La destitución inconstitucional del presidente hondureño Manuel Zelaya es un hecho que nos obliga a pensar qué implicancias tiene todo esto para el campo popular en el mediano y largo plazo. De acuerdo a como están las cosas en este momento, podría llegar a ser posible que el depuesto presidente sea restituido en su cargo, dado la respuesta de los distintos gobiernos desconociendo al nuevo mandatario surgido de la asonada, o mandatario paralelo, de acuerdo a la compleja situación jurídico-administrativa creada. Lo importante, para lo que debe servirnos todo este oscuro capítulo, es para sacar conclusiones útiles en un futuro escenario a quienes seguimos pensando que otro mundo es posible, para quienes seguimos apostando por algo más allá de estas “democracias vigiladas”, estos “simulacros de democracia” asentados en enormes masas de pobres a los que se les enseña sólo a agachar la cabeza. Todo esto, obviamente –lo de Honduras lo reafirma– no es democracia.

Por lo pronto, para todas las fuerzas progresistas y para el campo popular –de Honduras, obviamente, pero también para toda América Latina, o el mundo– es una pésima noticia. Deja entrever que las estructuras políticas sobre las que se asentaron todas las dictaduras que marcaron la historia latinoamericana a través de décadas, no han desaparecido. Si alguien osó pensar en algún momento que en el continente se habían registrado cambios profundos en esa estructura, este golpe viene a demostrar lo contrario. Nada ha cambiado en lo profundo, y las relaciones de fuerza no se han alterado. Los grandes propietarios nacionales (terratenientes tradicionales y empresariados modernos, a los que se pueden sumar las nuevas aristocracias ligadas al nuevo capitalismo crecido en torno al negocio del narcotráfico) siguen siendo tan reaccionarios como décadas atrás, y cuando existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, que su situación de privilegio pueda ser siquiera rozada, reaccionan monolíticamente por olfato de clase. Reaccionan liquidando lo que se les ponga delante, castigando al presunto “comunista” de turno, al que ose ya no cuestionar su poder (léase expropiaciones, reforma agraria) sino intentar algunos cambios cosméticos, por superficiales que sean.

Pasó en Venezuela con el intento de golpe a Hugo Chávez en 2002 por sus medidas populares, pasó y sigue pasando en Bolivia cuando la llegada al gobierno del aymará Evo Morales, quien habla un lenguaje popular, pasó en Guatemala con Álvaro Colom, a quien se le fabricó el famoso video que lo incrimina como asesino por tener un barniz progresista; en otros términos, las derechas (tradicionales o emergentes), que siguen detentando las mismas cuotas de poder económico de siempre, siguen estando al acecho en términos políticos, y si algo significa que pueden ponerse en algún peligro sus privilegios históricos, actúan (¿para qué, si no, siguen estando las fuerzas armadas?)

De todos modos sería miope no ver que también en estas últimas décadas, de la mano de los furiosos planes neoliberales, vinieron también aires modernizadores en los aspectos políticos: las dictaduras son vistas como cosas del pasado, dinosaurios que no deben volver, y todos los países de la zona hablan un nuevo lenguaje “democrático” que cuestiona regímenes o procedimientos anticonstitucionales.

Eso fue lo que todos los sectores fuera del país, en Latinoamérica y en el resto del mundo, dijeron inmediatamente luego del golpe de Estado de Honduras, incluido el gobierno de Estados Unidos. Hoy día podríamos estar tentado de decir que es un avance en la cultura política extendida globalmente el hecho que ya se hayan instaurado los sistemas democráticos parlamentarios, habiéndose relegado al olvido las dictaduras.

Pero los sucesos de Honduras muestran que eso no es tan así. Enseñan, por el contrario, que los procesos democráticos que vienen desplegándose en Latinoamérica en estos últimos años son totalmente cosméticos, asentados en pies de barro. Son, por el contrario, las salidas políticas no cruentas que Washington ha venido imponiendo desde hace unas tres décadas para la región, no porque realmente hay una mayor salud política y una efectiva participación popular en la toma de decisiones sino porque las dictaduras ya no le eran funcionales para su estrategia continental. “Democracias de baja intensidad”, como se les ha llamado.

Las fuerzas reaccionarias, si bien estos últimos años no han tenido todo el protagonismo de décadas atrás, ahí siguen estando y no han retrocedido un milímetro en su cuota de poder.

Podría decirse que incluso la Casa Blanca viene teniendo un nuevo discurso político últimamente, y hoy día no avala golpes de Estado como fue su costumbre durante todo el siglo XX. Sí y no. De hecho el presidente Barak Obama desconoce –al menos de momento– el quiebre de la institucionalidad en Honduras y al mandatario paralelo Roberto Micheletti. Aunque también se ha denunciado ya que algunos actores golpistas mantuvieron contactos con miembros de la embajada estadounidense en Tegucigalpa antes de la movida que alejó de la presidencia a Zelaya. Por supuesto, no son noticias oficiales, pero no sería nada improbable que, una vez más, Washington mantenga un doble discurso, diciendo algo oficialmente y avalando otras vías por lo bajo.

El caso de Honduras muestra que hoy se habla otro lenguaje político y nadie puede invocar ni saludar alegremente un golpe anticonstitucional. Pero muestra también que patéticamente, más allá del repudio de los distintos gobiernos, los pueblos siguen estando indefensos frente a los poderes de hecho: unos cuantos tanques de guerra puestos en algunas ciudades, el corte de energía y una buena campaña mediática siguen siendo muy difícil, cuando no imposible, de enfrentar por las grandes mayorías populares. ¿Qué se avanzó realmente en el campo popular con estos simulacros democráticos? Muestra que el mismo sigue estando a merced de las acciones criminales de la derecha, la cual puede con mucha facilidad montar los escenarios necesarios para golpear con contundencia. Muestra que, más allá de las buenas intenciones de un “nunca más” que circuló por el continente luego de retiradas las últimas dictaduras el siglo pasado, nada garantiza con simples declaraciones políticas que efectivamente nunca más puedan repetirse escenarios de represión, de sangre y de guerras sucias internas.

Quizá los mecanismos íntimos del golpe de Estado de Honduras tengan que ver con situaciones muy coyunturales del país centroamericano, con elementos muy propios de su historia particular no generalizables al resto de la comunidad latinoamericana. Pero también significa, en definitiva, que la lucha popular sigue estando al rojo vivo, y que si bien hoy día no se menciona en forma explícita la ideología de la Guerra Fría que marcó a sangre y fuego buena parte de la historia del siglo XX, todo ello sigue estando en los cimientos mismos de nuestra sociedad global, tan antidemocrática e injusta como décadas atrás. Muestra, lamentablemente, que no es cierto que “nunca más” puedan volver a repetirse situaciones de represión feroz. Todo lo cual obliga a seguir viendo cómo se alcanza ese “otro mundo” de mayor justicia que anhelamos. Lo de Honduras nos debe servir, nos debe obligar a pensar entonces cómo se construye ese “otro mundo”.

lunes, 29 de junio de 2009

Las clases populares de Honduras en peligro



El golpe de estado de la oligarquía capitalista en Honduras,

demuestra la verdadera cara de la élite capitalista que no soporta la democracia cuando ésta sirve para los justos reclamos de las clases populares, de todos los aplastados, de todos los oprimidos por el sistema genocida vigente.

Para seguir toda la información, escucha aquí una radio hondureña que está emitiendo en directo de modo clandestino y ya ha sido amenazada por los golpistas fascistas:

http://www.radioglobohonduras.com/

¡Todos contra el fascismo de la oligarquía capitalista mundial!

Revolucionarios y demócratas de todo el mundo:

¡Por la lucha internacionalista de la democracia y el socialismo!

¡Ayudemos a evitar un nuevo baño de sangre de las mejores mujeres y hombres del pueblo!

lunes, 8 de junio de 2009

Decepción




Conocidos ya los resultados al Parlamento Europeo sólo podemos utilizar el epíteto "decepción" (quizás mejor en mayúsculas) para expresar las sensanciones que nos producen.

Comencemos el examen médico de la epidermis hacia el interior del cuerpo fatalmente enfermo...

Primero: Hundimiento absoluto de la llamada socialdemocracia (nominal), esto es, perdón, de los partidos llamadas así mismos socialdemócratas. Lo que viene a decir de la Tercera Vía o social-liberales. Por tanto, hundimiento del social-liberalismo (ante una copia mala, mejor quedarse con el original se podría pensar, o quedarse en casa).

Segundo: Ascenso muy importante de la extrema derecha en países "tan civilizados" como Países Bajos, Reino Unido, Suecia, etc

Tercero: La llamada izquierda alternativa, (esto es la que de verdad aplicaría políticas socialdemócratas) llamadas por algunos medios mayoritarios como "izquierda radical" no sube lo esperado. Ni el Nuevo Partido Anticapitalista en Francia, ni la Izquierda en Alemania. El voto de descontento de las clases populares respecto a la crisis lo recogen los partidos de extrema derecha xenófobos.

Cuarto: Nueva reducción de la participación. Sólo un 43,01 %, 2 puntos menos que en 2004. Patético (como lo fue escuchar a De la Vega diciendo que era una participación muy digna, en el sector superior de la UE, no comments)

Moraleja: Estamos jodidos.

Epílogo 1: Que cualquier ciudadano considerado de izquierdas se prepare para lo que van a venir estos 5 años de mayoría abrumadora derechista. Si tienen dudas, y los votos del Partido Popular Europeo les parecen insuficientes, sumen los de los liberales y luego añadan a los social-liberales.

Epílogo 2: O la izquierda que apuesta por el cambio de modelo, por el cambio social, por finiquitar el capitalismo, encuentra nuevas y radicalmente comprometidas y originales formas de insertarse en el tejido social, en la vida de las clases populares, o seguirá siendo lo que es,:o sea, más nada que alguna cosa distinta a chiringuitos.

La extrema derecha nos está ganando una vez más, como ya ocurrió en los años treinta, sólo que esta vez por goleada. Y como todos sabemos, la extrema derecha es simplemente otra cara del Capital, pero mucho más violenta y con "modales" menos democráticos.

La gente de izquierda debe espabilar, porque se la está jugando y como siga con los mismos métodos sectáreos que hasta ahora, con las mismas cantinelas de siempre, estamos jodidos, todos.

Debiéramos cambiar POR COMPLETO la forma de llegar a las personas, de ser "ellos", de llegar a ser "nosotros". No llegamos, lo cual indefectiblemente nos indica que nuestros métodos son erróneos. Hay crisis, la gente no vota, hay mucho descontento, pero no llegamos. No bastan proclamas y banderas, hay que ir en serio, hacer una autocrítica inmensa, innovar o morir, no en ideales sino en métodos de predica, en métodos de ser "ellos" (las clases populares, los oprimidos) como primer paso para acabar siendo "nosotros".

¿Pero vamos en serio?

Lo digo porque....

Ellos (los opresores) siempre tendrán el dinero, nosotros jamás.

Ellos (los mismos de antes) siempre tendrán los medios, nosotros jamás.

¿Qué opondremos nosotros a parte de nobles ideales, que ni se comen ni dan trabajo ni (visto está) nos hacen ganar elecciones?

Se necesita una autocrítica radical y una apertura de miras históricamente desconocida en la izquierda que nos desembarace de cualquier dogmatismo/sectarismo que nos impida la auténtica lucha que llevamos, por la democracia real, la vida en común, contra la Dictadura del Capital.

Es muy difícil, los augurios no son positivos, pero hay que hacerlo, nos jugamos todo, nos seguimos jugando todo. Pero la vida no es un juego. ¿Cuándo acabará la partida?